miércoles, 25 de mayo de 2011

Actividad bloque V




Cuentacuentos.
Yo elegí esa actividad porque a mi parecer, era la más divertida y después de ver los resultados sigo pensando lo mismo.
Escogí el cuento de El Zapatero y los Duendes que lo saqué de un libro gordo que le regalaron a mi madre cuándo yo nací que contaba con muchas adaptaciones folclóricas de los hermanos Grimm como esta que yo escogí o Andersen entre otros…
El título del libro es Mil años de Cuentos.
Elegí este libro porque antes de dormir mi madre y yo leíamos juntas un relato dependiendo de los minutos que mi madre decidiera elegíamos uno u otro ya que al final del libro venían clasificados según el tiempo que se tardaba en leerlo. Yo siempre elegía los más largos pero mi madre cogía uno intermedio porque me tenía que ir a dormir.
Cada vez que leíamos uno, coloreábamos una casilla que venía atrás en cada libro para ver cuál era el más leído.
Tarde bastante en decidir que cuento contar pero finalmente me decidí por esta adaptación de los hermanos Grimm que me encantaba pues era uno de los que más cuadritos coloreados tenía.
Una vez leído y asimilado la estructura de la historia que no me llevó mucho tiempo, puesto que me la sabía, senté a mi hermana pequeña en el sofá y me dediqué a contárselo.
Antes de dormir me entró los nervios de si lo haría mal y realice otra demostración, y como mi familia estaba durmiendo encendí el ordenador y le di la tabarra a mi novio por la web cam pero la verdad que le encantó y me fui a la cama más tranquila.
Cuando llegó el momento de contárselo a mis compañeras no estaba nerviosa puesto que lo tenía ensayado con buenos resultados en los dos ensayos.
Al terminar mis compañeras me dijeron que el cuento les encantó y todas sus valoraciones fueron positivas en cuanto a la voz, los gestos y el tema. Es verdad que podía haber interaccionado más con ellas pero la verdad que me gustó mucho y disfrute mucho haciéndolo.
Me divirtió mucho darme cuenta que aunque no me salía de la estructura, siempre lo contaba diferente pero eso lo hacía aún más divertido ya que podía improvisar.


Hace mucho, mucho tiempo, vivía en un país mágico un humilde zapatero, tan pobre, que llegó un día en que sólo pudo reunir el dinero suficiente para comprar la piel necesaria para hacer un par de zapatos.
 - No sé qué va a ser de nosotros - decía a su mujer-, si no encuentro un buen comprador o cambia nuestra suerte. Ni siquiera podremos conseguir comida un día más.
Cortó y preparó el cuero que había comprado con la intención de terminar su trabajo al día siguiente, pues estaba ya muy cansado. Después de una noche tranquila llegó el día, y el zapatero se dispuso a comenzar su jornada laboral cuando descubrió sobre la mesa de trabajo dos preciosos zapatos terminados. Estaban cosidos con tanto esmero, con puntadas tan perfectas, que el pobre hombre no podía dar crédito a sus ojos.

Tan bonitos eran, que apenas los vio un caminante a través del escaparate, pagó más de su precio real por comprarlos. El zapatero no cabía en sí de gozo, y fue a contárselo a su mujer: - Con este dinero, podré comprar cuero suficiente para hacer dos pares. Como el día anterior, cortó los patrones y los dejó preparados para terminar el trabajo al día siguiente. 

De nuevo se repitió el prodigio, y por la mañana había cuatro zapatos, cosidos y terminados, sobre su banco de trabajo. También esta vez hubo clientes dispuestos a pagar grandes sumas por un trabajo tan excelente y unos zapatos tan exquisitos. Otra noche y otra más, siempre ocurría lo mismo: todo el cuero cortado que el zapatero dejaba en su taller, aparecía convertido en precioso calzado al día siguiente.
Pasó el tiempo, la calidad de los zapatos del zapatero se hizo famosa, y nunca le faltaban clientes en su tienda, ni monedas en su caja, ni comida en su mesa. Ya se acercaba la Navidad, cuando comentó a su mujer: - ¿Qué te parece si nos escondemos esta noche para averiguar quién nos está ayudando de esta manera? A ella le pareció buena la idea y esperaron agazapados detrás de un mueble a que llegara alguien.

Daban doce campanadas en el reloj cuando dos pequeños duendes desnudos aparecieron de la nada y, trepando por las patas de la mesa, alcanzaron su superficie y se pusieron a coser. La aguja corría y el hilo volaba y en un santiamén terminaron todo el trabajo que el hombre había dejado preparado. De un salto desaparecieron y dejaron al zapatero y a su mujer estupefactos.

- ¿Te has fijado en que estos pequeños hombrecillos que vinieron estaban desnudos? Podríamos confeccionarles pequeñas ropitas para que no tengan frío. - Indicó al zapatero su mujer. Él coincidió con su mujer, dejaron colocadas las prendas sobre la mesa en lugar de los patrones de cuero, y por la noche se apostaron tras el mueble para ver cómo reaccionarían los duendes.

Dieron las doce campanadas y aparecieron los duendecillos. Al saltar sobre la mesa parecieron asombrados al ver los trajes, mas, cuando comprobaron que eran de su talla, se vistieron y cantaron: - ¿No somos ya dos mozos guapos y elegantes? ¿Porqué seguir de zapateros como antes? Y tal como habían venido, se fueron. Saltando y dando brincos, desaparecieron.

El zapatero y su mujer se sintieron complacidos al ver a los duendes felices. Y a pesar de que como habían anunciado, no volvieron más, nunca les olvidaron, puesto que jamás trabajo, comida, ni cosa alguna en la casa del zapatero remendón.


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